En la Embajada solemos repartirnos y mandamos delegación oficial a ambas capitales. Personalmente, tengo especial predilección por la donostiarra, que podría resumirse con la frase "Santo Tomaseko feriya, txorixua ta ogiya!" (Feria de Santo Tomas, chorizo y pan), pues la fiesta gira en torno a la txistorra (más que chorizo) y a una gran cerda que suele estar expuesta (antes se sorteaba) en la Plaza de la Constitución. (La de la foto es Felixi, la cerda de 2011, que pesó alrededor de 360 kilos. La de este año, Tomaxi, andará por ahí.)
Las principales plazas de la ciudad se llenan de cientos de puestos de venta de pintxos, bocadillos y talos de txistorra, y otros con los mejores productos del agro guipuzcoano.
Y es que la feria, tal y como la conocemos hoy en día, es el vestigio que ha llegado a nuestros días de una antigua tradición por la que los caseros (inquilinos de los caseríos) se acercaban a la capital para entregar a sus propietarios la renta anual y algunos productos (productos del cerdo, capones...) con los que estos últimos celebraban los festejos navideños.
Esa antigua tradición se refleja en la actualidad en la gran diversidad de animales (especialmente aves) que vemos expuestos en la calle, y en los diversos concursos (hortalizas, verdura, fruta, miel, espantapájaros...) que se celebran a lo largo del día.
En definitiva, un día para disfrutar del ambiente de las calles y plazas donostiarras, llueva o hiele, y que es donde mañana nos pillará el fin del mundo.
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